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En cuanto al blog, su escritura es ya un estilo abierto donde, en la mayoría de los casos, el blogero anuncia los contratiempos de su cotidianidad, los altibajos de su existencia como una terapia grupal que se reconforta en ese ánimo colectivo de que yo soy yo y mi circunstancia y si yo no me salvo, peor para mi circunstancia. En la cultura blog, la vida no vale nada si otros pasan de largo sin leer tus triunfos y derrotas, tus trabajos y tus días.
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Blogear es recordarte que por más miserable que sea tu vida, es tuya y de nadie más, ella te pertenece pero, como la buena persona que eres, la compartes con tus compas, la muestras al público sin recato. Nada tengo que ocultar, perecen decimos los blogeros, y esa es su mejor mascara, su más sutil travestismo.
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Para que un blog sea reconocido su creador debe hacerlo distintivo, darle una manera difícil de olvidar; debe tener alguna herida, un dejo de horror, una cachondez espuria, un guiño de complicidad intelectual.
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