El maestro Jacinto era nuevo en el pueblo, el provenía del norte de México y tenia una gran experiencia nacional e internacionalmente hablando como maestro de universidad. En cuanto llego al pueblo se instalo en un hotel barato que había a las afueras, y al siguiente día fue a buscar trabajo en la única primaria que había. Pero le dijeron que se debía de esperar una semana, debido a los trámites que se deben de hacer. Donde en realidad la escuela aparte de ser muy pobre, era muy conservadora, y revisaban el perfil del interesado con el padre de la iglesia.
Pasaron tres días y no le contestaron, hasta que el maestro Jacinto, sin dinero ni comida, Fue a la escuela a hablar sobre su solicitud de empleo. Jacinto llego a la escuela e inmediatamente fue custodiado por el prefecto que estaba cuidando la puerta principal.
-Hola buenos días,- dijo Jacinto. El guardia estaba sentado en una silla con un sombrero de palmera roto de la parte de enfrente pero aun servía para tapar la cara del sol, su camisa estaba desabrochada de los primeros dos botones y sus pantalones desgastados combinaban con sus zapatos amarillos de uso rudo. – Hola profe Jacinto, ¿viene a ver si le dan el trabajito?- dijo el prefecto.
-si, ábrame la puerta, no sea malito-. En cuanto la puerta se abrió, Jacinto entro y se dirigió a la dirección. – no hace falta que me guíes, ya se como llegar con la directora- dijo Jacinto caminando a paso apresurado, al parecer, el hambre conducía su cuerpo.
Jacinto entro a la dirección donde su mirada no encontró alma alguna que le pudiera ayudar, solo llamaba la atención una puerta entrecerrada que dejaba escapar una canción ranchera del corrido del caballo blanco. Jacinto se asomo por la puerta y miro a la directora quien estaba comiendo un desayuno que había traído de su casa. Jacinto toco la puerta tres veces, los golpes fueron fuertes e hicieron que se abriera mas la puerta. La directora se puso la mano sobre la boca y dijo, -profe Jacinto, pace por favor, me sorprendió comiendo mi desayuno, ¿no gusta un taco?-
-No gracias,- dijo Jacinto aguantándose el hambre que tenia, se quiso ver serio y fuerte ante ella. – Vengo a preguntar sobre mi solicitud de trabajo que metí hace unos días.-
La maestra apago el radio y guardo su lonche, se puso seria y empezó a hablar. – si, claro. Vamos a hablar de eso, pero por que no primero me habla sobre sus experiencias laborales. Por ejemplo sobre donde trabajo y el por que no contesto la pregunta sobre la religión que practica-.
Jacinto estaba distraído por el olor de comida que estaba encerrado en todo el cuarto, trataba de descifrar de que eran esos tacos que se estaba comiendo, serán de machaca o de bistec, hasta que empezó a responder. – si claro, pues primero que nada, soy chilango, y vengo de una familia muy bien acomodada, y digo acomodada por que en un cuartito de 7 metros vivíamos mis 5 hermanos, mis padres y yo. Pues estudie en la UNAM la licenciatura en sociología y pues ahí fue donde empecé a ver el mundo de otra forma, ya que en mi familia siempre me indujeron a Jesús y dios. Pero ahí me junte con lo bajo de la sociedad, que son los estudiantes de esas carreras tan existenciales y me olvide de la religión, cree una nueva mentalidad, pero sin descuidar la escuela, es por eso que no conteste nada sobre la religión. Pero logre becas de estudio en parís por 6 meses y en España por 1 año y mi anterior trabajo fue en monterrey de maestro, donde dure 25 años, solo que hubo huelga y participe en ella y me corrieron, eso sí, injustificadamente.
La directora escucho muy atenta el discurso improvisado de Jacinto y contesto -a muy bien es un curriculum interesante el que tiene usted, pero no creo que lo que esta escuela le pueda dar, sea lo que esta buscando- Jacinto fijo la mirada en los ojos de la directora, y exclamo con una sonrisa, - pero si no estoy pidiendo casi nada, solo trabajo para poder comer.
-si pero lo que pasa es que, tal vez usted se puede cansar un día, tal vez sentir frustración y nos puede abandonar, ya nos ha pasado con alguna gente que llega a este pueblo así de repente como usted-.
- ¿abandonar? Pero no estoy pidiendo mas, si quiere le firmo un contrato por los años que quiera.- dijo Jacinto.
- Lo lamento profesor Jacinto, no tenemos bacantes libres en esta escuela.
Jacinto se limpio el sudor de sus manos en su pantalón, frunció la cara y se levanto de la silla. –bueno, por ahí hubiéramos comenzado, así cambian las cosas.- se despidió cortés mente y se regreso al hotel donde se había hospedado. En cuanto Jacinto salió por la puerta, la directora tomo el teléfono y le llamo al padre de la iglesia –Padre Torres… si, soy yo, el profe Jacinto ya vino, y pues le dije lo que usted me dijo que no había vacante... si, si le pregunte por su religión… no, se me olvido preguntarle por que había llegado a este pueblo.-
Jacinto guardo sus únicas dos camisas que había empacado de cuando huyo de Monterrey y salió del cuarto, pago la cuenta del hotel y empezó a caminar por el camino que lo llevaría a la carretera mas cercana, para pedir aventón.
-¡Señor Jacinto, espéreme, Señor!- eran unos gritos de una mujer corriendo a lo lejos. Era una india con un rebozo negro a la altura de los hombros que se enredaban con sus trenzas. “Tlack tlack” sonaban sus chanclas de cuero que asomaban dos pies gordos que tenia, Su vestido ya tenía el color blanco muy desgastado pero alcanzaba a cubrir su ancho cuerpo. Jacinto recordó a su abuela fallecida que pertenecía a una etnia de su tierra natal, cada vez que hablaba su lengua étnica, Jacinto le decía: -hay abuela, ya vas a empezar con tus indiadas- estos recuerdos le serviría de arrepentimiento a lo largo de toda su vida. – Que quiere Sra.- grito Jacinto, mientras se acercaba a la sombra de un árbol.
-¿oiga ya se va del pueblo? lo que pasa es que mi patrona quiere hablar con usted, no le dieron el trabajo en la primaria ¿verdad?- la india había hablado todo y se había contestado ella misma. Jacinto se sorprendió sobre como sabia ella esto, que acababa de pasar no mas de 1 hora. – perdona la pregunta, pero… ¿y tu como sabes?
-hay profe, no se enoje con migo, enójese con el pueblo, solo hay que saber escuchar al viento. Lo que pasa es que mi jefa me mando por usted para que valla a verla, que dice que quiere hablarle de algo de un trabajo de maestro, para su hijo-. Jacinto siguió a la india y fueron platicando por el camino. Pasaron por la escuela, la iglesia, y la gente que se topaba con ellos empezaba a cuchichiar viendo con una mirada de desprecio, de enojo.
Jacinto se empezó a sentir incomodo por tal situación, así que rompió el silencio del camino. - de que trabajo se trata-
- Es sobre el hijo de la patrona, ya va a entrar a la primaria, pero la patrona no quiere inscribirlo aquí que por que el pueblo esta maldito, dice. Se lo iba a llevar a México, pero hubo un inconveniente, una muchacha se murió en la hacienda, se llamaba Mónica, pobrecita la encontraron muerta en su cama-.
-¿Muerta? Así nada más, o ¿tenia alguna enfermedad?-
-pos sabrá dios, yo no le hablaba; Solo le llevaba la comida y le ayudaba a bañarse. Siempre se la pasaba con su hermanito Juan.
Siguieron el camino y la india dijo – ahí es- su mano apunto a una hacienda grande y prospera, con un patio gigantesco enfrente. – es muy grande este lugar, ¿aquí trabajas?- dijo Jacinto.
-si, aquí vive mi patrona, pero salió a revisar una cosecha al otro valle, si gusta acomódese en el cuarto de huéspedes, deje lo llevo-. Caminaron por la orilla de la casa y se fueron a unos cuartos que estaban apartados. En cuanto entro al cuarto, se apago el día, acomodo su maleta y prendió unas velas. -Ahorita le traigo algo de comer- dijo la india.
-si gracias, pero, cual es tu nombre, discúlpame mucho, por la emoción de encontrar trabajo se me olvido preguntártelo-.
-no se preocupe, es maría, como el de todas las indias, deje le traigo algo de comer profe-
Jacinto se acomodo en una silla y comió el plato de frijol con carne, el sabor era muy glorioso comparado con las tortillas con sal que lo habían alimentado por 2 semanas. –El hambre es canija- dijo mientras se dio cuenta de que se había acabado todas las tortillas que le habían llevado.
María, recogió los platos sucios y le alisto la cama -lo dejo descansar, Sr. Jacinto. Ya mañana vendrá la Sra. a hablar con usted-.
Jacinto se recostó sobre la cama, que era casi un catre con cobijas, se tapo y a los 15 minutos todo el lugar estaba casi en silencio, excepto por unos aullidos de perros que a lo lejos se oían. –Pinches perros no me van a dejar dormir- dijo Jacinto mientras se volteaba de la cama poniendo su cara hacia la pared y acomodando la almohada sobre la cabeza.
De repente sintió que la cobija se había movido hacia debajo de la cama, rápidamente se asomo, pero la negra noche no dejaba ver nada. Levanto la cobija y se volvió a tapar. Antes de caer en sueño volvió a sentir el tirón de la cobija. Se levanto rápidamente y prendió una vela, se asomo casi temblando por debajo de la cama pensando poder encontrar un animal, y no miro nada. Estuvo buscando en todos los rincones, pero el cuarto no tenia muchos rincones. Cerro la puerta y la aseguro poniendo la silla de por medio, cerro la ventana y le amarro con un mecate. Se volvió a acostar, y a los 10 minutos volvió a sentir el tirón de la cobija muy lentamente y al final un tirón fuerte.
Jacinto agarro la cobija con todas sus fuerzas y se tapo totalmente hasta la cara y empezó a rezar con todas las ganas en voz alta, sus oraciones estaban incompletas, ya no recordaba como eran, sus ojos estaban cerrados con fuerza y sus manos estaban encadenadas a esa cobija que le tapaba todo su ser, hasta que se quedo dormido.