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Mueren tres pescadores en el golfo por naufragio



Francisco Antonio Sánchez Roque, tomo una de las decisiones más difíciles de su vida, salvar a su hijo de 25 años, de morir ahogado o a su padre de 78 años.

Según relató, al momento de caer al mar y perder la embarcación que tripulaban, sabía de antemano que su padre Francisco Javier y su hijo Francisco Antonio no sabían nadar y estaban en peligro.
Las fuertes olas que azotaban sin cesar y los vientos que congelaban hasta los huesos le hicieron pensar que sería el final para los Sánchez.

El grito quebradizo de su hijo -¡me ahogo… papa!, lo sacaron de la profundidad del mar y con una fuerza sobrehumana nado hasta donde se encontraba su pequeño y lo monto sobre un trozo de madera.
Como pudo nado 400 metros, alentado por el calor de su hijo aun con vida y por el recuerdo de su familia, pero sobre todo, su querida Ignacia, su esposa, que lo esperaba impaciente y preocupada en casa.

“A mi papa no lo pude salvar, pero me queda mi hijo y ya es ganancia”, expreso Francisco Antonio.

Y como si fuera cosa de juego, en un medio de desconsuelo familiar, Antonio le dijo a su hijo Francisco, “con esta ya son dos veces que me debes la vida”.
La muerte no parece ser algo que asuste a la familia Sánchez. En pocos días esperan regresar nuevamente al mar, el mismo que les arrebato a tres valiosos integrantes de su familia.

La razón es que para ellos la extracción de almejas como la pesca son sus únicas formas de ganar dinero.
Actividades turísticas o productivas dentro del poblado pesquero son prácticamente inútiles, pues carecen de toda infraestructura oportunidades, aun cuando el Golfo de Santa Clara es proyectado como un potencial foco turístico.

Los ribereños regresaban de una intensa jornada en una isla al puerto pequero, donde sacaban almejas para mantener a sus familias pero fueron sorprendidos por fuertes vientos, a solo 400 metros de la costa de Santa Clara.

La morena 3 fue azotada por las olas y girada, arrojando al mar a los siete pescadores, quienes no traían salvavidas y en su mayoría no sabían nadar. Las fuerza de los vientos y la marea embravecida separo a los pescadores de la embarcación y de la posibilidad de salir con vida.

De los siete, solo 4 llegaron con vida a tierra firme. No fue hasta el siguiente día que se encontraron los cuerpos ya sin vida, a unos 3 kilómetros del puerto pesquero.


entre los sobrevivientes esta mi tio.